Miro las redes sociales y pienso en la suerte de ser padre en esta era en la que nos encontramos. Fotos de padres con hijos inmersos en felicidad, comentarios como: éste es el mejor papá del mundo; No! Éste es el mejor papá del mundo; #elmejor; #thebestfather; y así… actualizas y actualizas tus redes sociales y el día está volcado con esas maravillosas felicitaciones llenas de alegría y gozo.
Mi padre tiene 72 años, no usa redes sociales, no quiero felicitarle de acuerdo a los tiempos que corren. Me gusta celebrarlo como todos los años. Llevando una botella de vino y unos bombones, y por supuesto, mi compañía en este día.
Hoy, sólo podemos conformarnos con una llamada sincera deseando toda la salud del mundo para superar los días que están por llegar. Mi deseo: poder volver a sentarnos juntos a la mesa y recordar esta anécdota como una cualquiera más.
Y así fue, como sin darme casi cuenta, el 19 de marzo, me encontraba frente a mi oficina improvisada en Madrid escribiendo este texto con añoranza y ganas de un abrazo de mi padre.