¿Cuándo comenzó la violencia? Esta fue la interesante pregunta que plateó Manuel Fernández-Gözt, de la Universidad de Oxford, en la conferencia que dio, dentro de los Veranos carpetanos, sobre la Arqueolgía de conflicto y los conocimientos extraídos del estudio de los campos de batalla a lo largo de la Historia.
Trabajos recientes centrados en acontecimientos de desarrollo largo como la guerra de los Treinta Años, las napoleónicas, la guerra civil americana o las dos grandes guerras mundiales, han cambiado la óptica de las investigaciones y establecido una metodología de mayor disección, que van de la gran extesión a la localización específica. Históricamente, el conocimiento se ha transmitido a través de las fuentes escritas, pero las nuevas metodologías han venido a reforzar, ampliar o incluso a rectificar hechos admitidos durante siglos. Ambas fuentes, sin embargo, son complementarias.
Mediante el estudio en detalle de los campos de batalla, Fernández-Götz establece el conocimiento y desarrollo de guerras y enfrentamientos, cuál fue el grado de violencia empleado y las consecuencias y modificaciones que provocaron tanto en el plano sociodemográfico como medioambiental. Con el ejemplo de diferentes campos de batalla fue ilustrando los diversos comportamientos de los pueblos, de las conclusiones extraídas de los elementos encontrados y de la materialidad de la violencia, así como de la organización, estructura de los ejércitos y procedencia de los contendientes, que en ocasiones era un conglomerado de gentes del más variado origen.
Un apartado interesante fue el dedicado a Julio César y el imperio romano en general, pues ha habido grandes personas que han hecho mucho daño, dejando un extenso reguero de asesinatos y esclavitud. César no tenía medida para conseguir sus objetivos y transmitir sus hazañas con maestría, de forma que sus estrategias y tácticas de combate han servido de ejemplo a lo largo de todas las épocas. La violencia romana no siempre fue empleada para conquistar nuevas tierras, sino que también la utilizaron para defenderse. Como ejemplo de metodología, también mencionó el estudio arqueológico de la famosa batalla de Little Bighorn, donde el séptimo de caballería del general Custer fue estrepitosamente derrotado por jefes indios como Toro Sentado y Caballo Loco. Durante mucho tiempo, en la presentación del yacimiento los nativos americanos estuvieron prácticamente ausentes, algo que ha comenzado a cambiar en las últimas décadas dándoles mayor visibilidad.
Importancia especial tuvo el apartado dedicado a las ceremonias de agradecimiento a los dioses con ofrendas y sacrificios, así como las conmemoraciones con exaltación de la maquinaria de poder. En toda batalla hay siempre dos partes a las que mirar, de ahí la necesidad imperiosa que tiene el pasado de ser contado y de saber quién recuerda la Historia.
El próximo sábado, Lourdes Prado hablará sobre los santuarios ibéricos.
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