La pared de la habitación de uno de mis hijos está adornada con un mapa del mundo de vinilo.
Esta admiración me dejó pensativo y me puse a investigar cuáles eran los mayores muros que el hombre, con pico y pala, ha creado para separarse. El primero que me vino a la mente fue el muro de Berlín pero ese ya no existe. Ahora hay otros más altos. Le expliqué que hay un muro en Belfast (Irlanda), los de Ceuta y Melilla, el que separa Irak de Kuwait, el de Uzbekistán que separa Afganistán de Tajikistán, el que existe entre la India y Pakistán que litigan por una región llamada Cachemira, el de Chipre que separa los chipriotas griegos de los chipriotas turcos, el de las dos Coreas, el que hay entre Israel y Cisjordania, el que separa Arabia Saudí de Irak, el muro de arena que separa Marruecos del pueblo saharaui y, por último, el más espectacular: el que hay entre Estados Unidos y México.
Y mi hijo, con la mano en la barbilla, me dijo: