Excursión al teatro romano de Mérida para ver “Las Ranas”, de Aristófanes, con parada en Trujillo. Un fin de semana caluroso pero muy interesante y entretenido, incluso con tiempo para disfrutar de la piscina de un hotel de lujo.
La salida, de madrugada como de costumbre, hizo posible que el grupo pudiera aprovechar la mañana para visitar Mérida, con parada en los monumentos que recuerdan el pasado romano de la ciudad y con paseo por su famoso teatro como colofón. Todo ello aderezado con las explicaciones de una guía amena y divertida que hizo muy llevadera la visita. Hubo incluso atrevidos que se subieron al milenario escenario y cantaron algo para que el grupo pudiera constatar la acústica del teatro.
Después de tomar algo frente al museo romano, traslado al hotel, ocupación de habitaciones, comida y tarde libre. Con distinto aprovechamiento: siesta, piscina o paseo por la ciudad tras atravesar el famoso puente romano sobre el río Guadiana.
A la caída de la tarde, los alrededores de la entrada al teatro romano ya eran un hervidero de personas a la espera de ocupar su localidad a partir de las diez de la noche. El calor iba aflojando y grupos de teatro de calle escenificaban escenas de la vida de la época de Emérita Augusta. O Augusta Emérita, que no terminó de quedar claro.
Diversidad de opiniones sobre “Las ranas”
Protagonizada por Pepe Viyuela y Miriam Díaz-Aroca, la obra es una adaptación de la que escribió Aristófanes en el siglo V antes de Cristo. La cantante Beth hacía las veces de coro y los protagonistas principales representaban a Baco y a su esclavo Jantias de camino al inframundo para resucitar a Eurípides. El objetivo de entonces era denunciar la baja calidad del teatro; el de ahora, hacer lo mismo con la clase política que nos gobierna.
Escenas divertidas se intercalaban con otras algo más chabacanas con la intención de recordar el estilo de Aristófanes, el comediante más famoso, y poco valorado, en una época de grandes genios de la tragedia como Sófocles, Esquilo y el propio Eurípides.
La valoración, según cada cual. Hubo quien lo pasó en grande y otros que creyeron ver un capítulo de “Aída”. En lo que sí hubo acuerdo total fue en dos cosas: la incomodidad de los asientos, sin respaldo y demasiado estrechos, y la grandiosidad del escenario, que por sí solo justifica la asistencia a cualquier obra allí representada. Resultado final, muy positivo.
Buscando la sombra por Trujillo
La mañana del domingo, ya en Trujillo, fue tan interesante como calurosa. Las explicaciones del guía se desarrollaron casi siempre al amparo de alguna de las sombras que conceden los numerosos monumentos de la ciudad. Pueblo, más bien, en cuanto a población, que no llega a diez mil habitantes según contó el guía, pero con una historia anclada en la época de los conquistadores con Francisco Pizarro como protagonista.
Bajo su enorme estatua, erigida en la plaza, empezó un paseo que culminó en el castillo para descender de nuevo con diversas paradas: en la casa museo de Pizarro, en Santa María la Mayor, la iglesia más monumental, y la de Santiago, la más antigua. Después de comer en un restaurante trujillano, con migas extremeñas como entrante, regreso a Corral de Almaguer. Por si a alguien se le había olvidado, en el pueblo hacía el mismo calor que en las dos localidades visitadas. Cosas del verano.